Una ausencia que se ha notado en la COP26, la de Xi Jinping

 

Nota de la Asociación: este artículo se dirige al público de Francia, lo cual no quita que lo que vale para Francia también vale para nosotros.

Unos días antes de la inauguración de la COP26 que se celebra en Glasgow del 31 de octubre al 12 de noviembre, Elisabeth Mertens se preguntaba por la ausencia anunciada del presidente chino. Joe Biden obviamente aprovechó la oportunidad para señalar un "grave error". ¿Bien situado para dar lecciones? Elisabeth Mertens analiza los desafíos de China. 

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Xi Jinping ausente de la COP26. ¿Se debe culpar de esto esto a la drástica política de "Covid cero" llevada a cabo en su país o a un clima de hostilidad hacia China que es compartido por una gran mayoría de países occidentales y que no ha hecho más que acentuarse desde el inicio de la pandemia?

No hay una respuesta clara a esta pregunta, y en última instancia poco importan las razones del presidente chino para no participar en esta gran misa por el clima. Sin embargo, uno puede sorprenderse por el hecho de que la COP15 sobre biodiversidad, cuya primera parte acaba de finalizar, haya recibido muy poca cobertura en la prensa occidental. ¿Podría ser porque se celebró en Kunming, capital de Yunnan, y también se celebrará en Kunming para su segunda parte la próxima primavera? Lo que está sucediendo en el "imperio del centro" sólo interesa a nuestro mundo mediático si puede deleitarse con uno u otro escándalo. Además, ¿qué se puede esperar del “peor contaminador del planeta” cuando se tratar de actuar por el clima?

Y, sin embargo, desde sus primeros compromisos internacionales, China ha librado una feroz batalla para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. No hace falta decir que si China es efectivamente el mayor contaminador del planeta en términos absolutos, sigue siéndolo dos veces menos per cápita que Estados Unidos y que la mayoría de los países europeos. Así, China ha invertido más de 100.000 millones de dólares estadounidenses al año para cumplir con los estándares concluidos durante el Acuerdo de París en 2015. De 2017 a 2020, incluso gastó 360.000 millones de dólares estadounidenses en la lucha contra el calentamiento global.

China es plenamente consciente de su peso en la lucha contra el calentamiento global y comparte el deseo de un "cero neto global" para 2050, que es fundamental alcanzar para lograr no superar los 1,5° Celsius de calentamiento global. La ausencia de Xi Jinping en la COP26 no significa en modo alguno que se retira de sus compromisos, ni el del “pico de carbono” en 2030, ni el de la “neutralidad de carbono” en 2060.

El carbón y sus alternativas

La gran crítica hecha a China en el plano medioambiental es que sigue haciendo funcionar sus centrales eléctricas de carbón. El carbón todavía proporciona el 60% de toda la energía del país. Esto es enorme y muy contaminante. Su subsuelo está lleno de carbón y las energías alternativas aún no son suficientes para compensar el cierre definitivo de todas las centrales. Durante la COP15-biodiversidad, Xi Jinping dijo que se estaban tomando medidas concretas para reducir el número de centrales eléctricas más contaminantes y para sanear las que deben permanecer aún en funcionamiento, debido a la grave escasez de energía eléctrica.

“China ha integrado este objetivo en la construcción de un futuro ecológico, un plan de acción para alcanzar el pico de emisiones de carbono para 2030 está en marcha." Agregó: “Durante el período del XIV Plan Quinquenal (2021-2025), controlaremos estrictamente el crecimiento del consumo de carbón y lo reduciremos gradualmente durante el período del XV Plan Quinquenal”.

Los medios implementados para sustituir el carbón son colosales. Están principalmente conectados con la energía eólica, solar, hidráulica y nuclear.

China se ha convertido en el líder mundial en la construcción de eólicas y en la energía suministrada por parques eólicos. Estos gigantescos parques se distribuyen en la alta meseta tibetana y en los desiertos y, en alta mar, en el Mar de China. También es el número uno mundial en  granjas solares y actualmente está desarrollando un proyecto futurista para enviar una gigantesca granja solar en órbita alrededor de la tierra para proporcionar energía a toda la humanidad (este proyecto, que parece un poco loco, también existe en Japón y Estados Unidos).

China es la "país del agua", puede contar con una energía hidráulica inagotable. Sin embargo, el gigantismo de sus presas es fuertemente criticado porque sugiere daños irreversibles en el plano de la ecología de los ríos afectados, sin mencionar el desplazamiento de población que implican. Estas megapresas hacen olvidar la multitud de pequeñas presas que producen electricidad local. Actualmente hay 22.000 en China, casi la mitad de todas las presas del mundo; producen el 27,2% de la energía hidráulica sobre el total mundial.

La energía nuclear es tan controvertida como las megapresas, aunque el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) la ve como una posible transición hacia un cóctel de energías verdes. China está todavía en los inicios en el ámbito de la energía nuclear (su primera central nuclear se abrió en la década de 1990), pero ya ha implementado centrales nucleares llamadas "limpias", que funcionan con torio y no con uranio. Su labor investigadora se centra actualmente en la fusión nuclear con la que ya no hay ningún residuo, y por lo tanto no más vertederos radiactivos (otro proyecto que parece haber salido de la cabeza del Doctor Strangelove pero del que venimos hablando en Francia desde los años 60).

Los avances tecnológicos son deslumbrantes en China, que se ve a sí misma liderando las innovaciones energéticas. Siguen las inversiones, el gobierno no escatima en fondos para investigación y desarrollo (I + D). Además de la investigación sobre energía nuclear y sobre las energías verdes más conocidas, podemos añadir las investigaciones sobre captura y almacenamiento de carbono, aquellas sobre un mejor uso de la energía geotérmica, aquellas sobre  pilas de combustible de hidrógeno para la flota de vehículos, etc.

Un pequeño recordatorio histórico

Si China ha intensificado sus contribuciones al esfuerzo internacional para llegar al "cero neto global", también se debe a que se alarmó debido a un invierno particularmente doloroso. Fue en enero de 2013, Beijing estaba enteramente recubierta por una nube de partículas finas que impedía a los automovilistas ver los semáforos rojos, a los niños respirar, a los ancianos salir a dar su paseo cotidiano por el parque Beihai. Este invierno fue una descarga eléctrica, tanto para las autoridades como para los ciudadanos.

Xi Jinping había estado en el cargo durante aproximadamente un año cuando esto sucedió. Tuvo una reacción tan sensata como atrevida. Pidió a los científicos que le proporcionaran informes detallados sobre el estado de salud de su inmenso país. Todo tenía que ser diagnosticado: contaminación del aire en las megalópolis y centros urbanos cercanos a las industrias, contaminación de los ríos a lo largo de los cuales se alinean industrias textiles, petroquímicas, cementeras y otras, contaminación de los suelos plagados de fertilizantes y pesticidas, en fin, exigió un inventario detallado de los daños causados ​​por épocas anteriores, la de Mao y la de Deng Xiaoping, y lo hizo público.

En 1949, cuando Mao llegó a la presidencia del país, China era esencialmente agraria, el 90% de la población trabajaba en el campo. Quería que China alcanzara a los "países desarrollados", confiando únicamente en sus propias capacidades. Luego involucró a China en una carrera por la industria pesada, extremadamente contaminante. Después, Deng Xiaoping, a finales de la década de los 80, proclamó que de ahora en adelante China se pondría a perseguir el "xiaokang". En nuestro país hemos traducido esto por: "¡el pequeño timonel llama a su pueblo a enriquecerse!", cuando "xiaokang" significa "modestamente acomodado". Quería sacar de la pobreza a los más necesitados y así expandir una clase media, de ahí que hubiera un desarrollo económico acelerado que fue de todo menos un éxito ecológico. No obstante podemos recordar que gracias a la presidencia de los grandes y pequeños timoneles, 800 millones de personas salieron de la pobreza en apenas 40 años.

En 2012, fue el turno de Xi Jinping. Entendió que la sociedad civil no le dejaría pasar el electroshock de enero de 2013. Xi Jinping también tuvo varias llamadas de atención, en la propia Beijing, pero también en Shanghai con los 2.700 cerdos muertos arrojados al canal, en Henan con un río que se volvió de color rojo-sangre después de los derrames de una fábrica textil, en Zhejiang con las aldeas-cáncer, etc., ¡el "país de la armonía celestial" no escasea en ejemplos particularmente sucios! El presidente Xi se sintió acorralado por un público cada vez más indignado por los insultos infligidos a su entorno e inquieto por el futuro.

Llamamiento a la sociedad civil

Entonces tuvo la inteligencia para involucrar a la sociedad civil en la lucha contra la contaminación. Abrió aplicaciones en  rlas edes sociales  (wechat, weibo, kuku, etc.) que han permitido a los ciudadanos intervenir directamente en esta lucha compartiendo sus opiniones, proponiendo soluciones locales, lanzando alertas, señalando la contaminación repentina de un río, denunciando fábricas, quejándose de una tasa de enfermedades inusualmente alta en una aldea, etc.

Algunos militantes y activistas chinos se han unido y han constituido ONG pro-clima, o de protección de la naturaleza, o de defensa de especies en peligro de extinción, etc. Estas ONG fueron inmediatamente apoyadas por el Ministerio de Medio Ambiente. No es raro que obtengan lo que se proponen, como por ejemplo, en 2017, cuando la ONG "Friends of Nature" logró hacer suspender el proyecto de construcción de una central hidroeléctrica que amenazaba el biotopo del pavo real espicífero, una especie amenazada.

Los civiles se han sentido cada vez más involucrados en el “programa verde” del presidente Xi. Lo llamó la "construcción de una nueva civilización ecológica", términos agregados a la Constitución china en 2018 y que reúne a una gran mayoría de la sociedad civil en torno a un objetivo común. La confianza en las políticas ecológicas del gobierno de Xi Jinping, pero también en sus políticas sociales y sus decisiones políticas, ha alcanzado el 90% de la sociedad, ¡un récord mundial!

Una economía decididamente socialista

En el modelo propuesto por Xi Jinping, las dos patas de la renovación son la economía y la ecología. La economía china sigue siendo decididamente socialista, es decir, una economía planificada a medio y largo plazo (basada en planes quinquenales). No se parece en nada a la economía capitalista que maneja a su antojo a los países occidentales, donde predomina el corto plazo, donde los resultados deben ser inmediatos y, por consiguiente, donde los mercados son particularmente volátiles. La prensa occidental se apresurará a recordar que China también es "vilmente capitalista". De hecho, su escaparate parece demostrarlo, pero China siempre ha mantenido el control sobre su crecimiento económico para que no se embale como un caballo salvaje.

Por último, bajo el gobierno de Xi Jinping, la política china se ha reafirmado como comunista, recordando que su desarrollo se basará en los logros socialistas. Esto no ha sido para complacer a Occidente, que ha sacado a relucir sus caballos de batalla. “Derechos humanos”, “libertad de expresión”, “libertad individual” son los caballos ganadores de un escenario a lo “1984” en el que el Gran Hermano Xi ha colocado cámaras de reconocimiento facial en cada esquina, reparte buenos puntos a los buenos alumnos y los demás son penalizados, las aplicaciones en redes sociales implementadas para incitar a las personas a participar en la lucha contra la contaminación solo están ahí para ficharlas, etc.

Estos argumentos no tienen en cuenta que los “derechos humanos” son ante todo los derechos elementales del ser humano: comer, buscar alojamiento, vestirse, cuidarse, educarse, se anteponen a los demás. Estos son los derechos básicos a los que la joven República Popular China se ha esforzado en responder, y ha logrado la proeza de sacar de la pobreza a 800 millones de personas. Los argumentos de nuestra "prensa bienpensante" tampoco tienen en cuenta una altísima densidad de población: asciende a 150 habitantes por km² de media, pero puede llegar a 13.400 por km² en megalópolis como Shanghai. Esto da lugar a una mentalidad muy diferente de la nuestra: en China, el bienestar común y la paz social se consideran mucho más valiosos que los derechos o libertades individuales.

Los chinos no se quejan de un "Gran Hermano Xi" imaginado por nosotros, si no ¿cómo explicar que más del 90% de la población se adhiera a las decisiones tomadas por Beijing? Las iniciativas gubernamentales tienen repercusiones evidentes, significativas y visibles: se embellecen las ciudades, aparecen parques y jardines, el humo de las fábricas es menos oscuro, la calidad del agua ha mejorado, se replantan bosques, los medios de transporte están cambiando, etc., aunque todo ello está lejos de ser color de rosa de norte a sur y de este a oeste y China sigue siendo el mayor contaminador del planeta. Las contradicciones siempre han sido una fuerza motriz para el desarrollo en China y, actualmente, ¡son las centrales eléctricas de carbón las que sirven de fuerza motriz para avanzar hacia energías alternativas!

Además, se ha puesto en pie una legislación profusa en términos de ecología. Se promulgan leyes que limitan la contaminación a una tasa que no debe excederse so pena de cerrar la planta o la fábrica, con multas o incluso prisión. Se toman medidas para limitar el número de vehículos contaminantes mediante la distribución de bonificaciones para la compra de coches eléctricos. Otras leyes se refieren a la protección de especies en peligro de extinción, el control del comercio de especies salvajes. Se toman medidas para la reforestación de áreas desérticas, la rehabilitación de los humedales, la apertura de parques nacionales (ahora cubren el 18% del territorio, lo que permite compensar los grandes incendios forestales en otras partes del mundo), la reducción de los pesticidas plaguicidas y los fertilizantes en la agricultura, el reciclaje de residuos, etc.

Pero uno de los grandes problemas de China es su inmensidad. Si el comité central adopta leyes y medidas, ¿cómo garantizar que se harán cumplir a miles de kilómetros de Beijing? Para ello, el gobierno inventó dispositivos de control y retro-control. Por ejemplo, cada provincia debe observar una "línea roja" trazada por ella misma. Se trata de un indicador de contaminación que se vuelve rojo tan pronto como las cifras de producción se disparan y el desarrollo económico comienza a amenazar el medio ambiente. Es como si China se hubiera dicho a sí misma: “stop al desarrollo económico en todos los niveles; ahora se trata de preservar la calidad de vida y ello depende de la salud del medio ambiente." Este discurso se ha convertido en el discurso oficial de las autoridades a nivel nacional, provincial y distrital. También se ha convertido en el discurso de los ciudadanos: un viaje de ida y vuelta de "arriba" a "abajo" que promueve la confianza de los unos y los otros.

¿Qué lugar otorgar a la humanidad?

En Occidente somos muy maniqueos, para nosotros todo es "positivo" o "negativo" y, entre los dos hay una "tierra de nadie". Sin embargo, las alternativas propuestas por nuestros países “desarrollados” y defendidas en las COP y otras cumbres sobre el clima, la biodiversidad, el medio ambiente, las energías verdes y el desarrollo sostenible sólo son de dos tipos. Elegimos un lado u otro, sin imaginar que hay otras posibilidades.

O optamos por un "capitalismo verde" del que vemos cada vez más aplicaciones a nuestro alrededor, como bancos éticos, cadenas alimentarias orgánicas, inversiones privadas en energía eólica o solar, etc. Esta opción del capitalismo verde no cuestiona de ninguna manera el funcionamiento de nuestro sistema, son siempre es los más competitivos, los más rápidos, los más mordaces quienes se comerán la tostada, y "los peces pequeños que son devorados por los grandes ". Ya sea que produzcamos verde y orgánico o no, ello no cambiará el sistema capitalista, sin embargo es exactamente el capitalismo lo que nos ha llevado al desastre ecológico.

O nos orientamos hacia un “decrecimiento económico”, abogamos por una vuelta a los “buenos viejos tiempos” cantando una nostalgia de una era precapitalista donde todo era mucho mejor. Esta opción implica un discurso de culpabilidad nocivo dirigido al 99% de la gente que "destruye el planeta" con su consumo desenfrenado. Solo el 1% restante es consciente de la emergencia climática y actúa con heroísmo para salvar el planeta.

La "civilización ecológica" defendida por China no encaja en ninguno de estos patrones. Su economía se ha ido alejando poco a poco de las tentaciones capitalistas que la habían excitado tras el llamado al "xiaokang" de Deng Xiaoping. Con la renovación del presidente Xi, China vuelve a un modelo socialista y al mismo tiempo es acompañada por un trabajo de fondo, una reflexión filosófica sobre el lugar del ser humano en el mundo vivo, porque no nos debemos engañar, la presencia del ser humano ha modificado profundamente los ecosistemas planetarios. No es posible hacer marcha atrás, pero está en el interés de todos construir un nuevo modelo de sociedad, ya no contra lo viviente, sino en sinergia con lo viviente, una convivencia armónica con la naturaleza.

Esto requerirá una reorganización a largo plazo, un cambio profundo que no tendrá resultados inmediatos, incluso si tiene en cuenta el calentamiento global y apunta a un “cero global neto” para 2050. Es una transformación lenta de la humanidad con la que China se ha comprometido, un trabajo colectivo al que está invitada toda la humanidad, que compromete la voluntad de todos, autoridades, ciudadanos y científicos para que el ser humano recupere su "justo lugar entre el cielo y la tierra", como dice el taoísmo.

Fuente: Investig'action

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